Al volver a ti, dejas de mendigar amor, validación o reconocimiento, y comienzas a crear vínculos más auténticos, más recíprocos y más nutritivos.
Y, lo más importante, este viaje te lleva a reconectar con tu propósito.
No desde la exigencia de “encontrar tu misión”, sino desde la calma de saber quién eres y hacia dónde quieres ir, incluso en medio de un cambio.